El deporte salva, lo sabemos, o eso creo, pero nunca tomamos conciencia del todo, hasta que los sobrevivientes de una tragedia lo pasan en carne propia, y viven para contarlo.
El 13 de octubre de 1972 un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló contra la Cordillera de los Andes en territorio chileno. Era el equipo de rugby del Old Chistians Club de Montevideo que viajaba, junto a algunos familiares y amigos, a jugar un partido. Lo que esos chicos, llenos de ilusiones, sueños deportivos, materias por rendir en la facultad, con madres y padres que los esperaban para seguir acompañándolos, hermanos y hermanas que nunca más tuvieron un abrazo, no sabían, era que solo dieciséis de ellos volverían a pisar suelo uruguayo.
El avión partió de Montevideo rumbo a Santiago, pero debieron pasar la noche en Mendoza, Argentina, ya que las condiciones climáticas no permitían continuar el viaje, y al día siguiente, decidieron retomarlo. Las malas condiciones no cesaron, pero el avión despegó nuevamente y perdió el control en el medio de la temida Cordillera de Los Andes. Tras chocar con una montaña, la parte trasera del aeroplano se desprendió junto con los pasajeros que allí viajaban. El resto del fuselaje se estrelló, y a causa del impacto fallecieron diecisiete personas.
Los sobrevivientes de ese momento no sabían que faltaban setenta y dos días para ser rescatados, y mucho menos, que no todos volverían. Estuvieron allí un poco más de dos meses, a la intemperie, sin las condiciones ni el conocimiento necesario para sobrevivir. ¿Cómo lo hicieron? En palabras de los protagonistas, gracias a la creencia en Dios y al deporte.
“Lo principal fue la ubicación filosófica y la creencia en Dios frente al problema. Con esos elementos empezamos la lucha, pero de nada hubieran servido si en el grupo no hubiera dominado una mentalidad deportiva", señala Alfredo Delgado quien cumplió sus 25 años en la montaña, con heridas de gravedad en una de sus piernas.
“Pancho”, como le dicen sus amigos, no pertenecía al equipo de rugby Old Christians, él jugaba al fútbol junto a Numa Turcatti, en el Club Loyola que posteriormente iba a tomar el nombre de su amigo fallecido en la montaña. Ambos estudiantes de derecho fueron invitados al viaje por su compañero Gastón Costemalle, quien sí era parte del equipo de la pelota ovalada. “Es una cosa que aterra, uno está, solo, solo, solo frente al mundo y les puedo asegurar que Dios está ahí”, sentencia Delgado.
Un inesperado alud impacta en el fuselaje destrozado, que los mismos sobrevivientes reconstruyeron con partes del avión, valijas, y abrigos, allí resguardaban del frío helado, pero éste deja el saldo de ocho nuevos fallecidos. Con el coraje y valentía que caracteriza a un plantel deportivo, los que mejor estaban se cargaron el equipo al hombro y realizaron expediciones, sin triunfos, para volver a casa.
Esto no terminaría ahí, a pesar de la insaciable lucha por jugar hasta el último minuto, la cordillera se quedaría con cuatro vidas más, tras sufrir algunas heridas en arduas jornadas de supervivencia.
El rescate final tuvo como figura a Canessa, el ala izquierdo del equipo de rugby, que fue implacable y agresivo como no lo había sido en ningún partido en sus cortos 19 años de vida hasta ese momento. A su lado estaba el segunda línea “Nando” Parrado, y nada hubiera sido posible sin Antonio Vizintín, pilar de Old Christians y de esos diez días de caminata interminable hasta toparse con el arriero chileno que daría aviso a las fuerzas policiales para terminar con esta pesadilla.
Si la mayoría no sobrevivió, ¿cómo podemos decir que el deporte salva? Sencillo, todos y cada uno de los que se subió a ese avión, hasta el día del rescate trabajó en equipo, por y para el compañero, dando literalmente hasta su cuerpo, dejando la vida en cada tarea que le era asignada, por un objetivo en común.
“No hay amor más grande que el de dar la vida por tus amigos”, dijo Jesús en la Biblia, y mil novecientos años después Numa lo citó. Sin saberlo, o quizás consciente de ello, lo cumplió al pie de la letra al igual que el resto de sus compañeros.
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